Repensar desde el neo institucionalismo la Cooperación Internacional al Desarrollo: Plan Colombia y sus lecciones*

Rethinking from the neo-institutionalism International Cooperation to Development: Plan Colombia and its lessons

Jenny Astrid Camelo Zamudio** , Juan David Mambuscay B***

* La presente investigación surge directamente del trabajo realizado por el Semillero de Investigación PECIRI del programa de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Buenaventura Cali.

** Politóloga de L’Università degli studi di Torino, Turín, Italia. Especialización en Ciencias Internacionales y Diplomáticas del IUSE di Torino. Magíster en Relaciones Internacionales y Derechos Humanos L’Università degli studi di Torino, Turín, Italia. Docente e investigadora en el Programa de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de San Buenaventura, Cali. Directora del semillero de Investigación P.E.C.I.R.I. Correo electrónico: jacamelo@usbcali.edu.co. . Colombia

*** Estudiante de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad San Buenaventura de Cali. Integrante del semillero de Investigación P.E.C.I.R.I. Correo electrónico: mambuscay.jd@gmail.com . Colombia


Resumen

La Cooperación Internacional al Desarrollo, en Colombia, más allá de verse representada como una herramienta trascendental de política exterior deviene en un canal de comunicación frente a otros actores internacionales cuyos principales incentivos de entendimiento son proveídos por el mismo sistema; de allí que, desde mediados del siglo XX, toda la diversa variedad de retos en materia social, económica e incluso política a los que se han enfrentado los gobiernos de turno generan un variopinto de intereses frente a la comunidad internacional. Desde esta postura y apoyada en el marco del neo institucionalismo de las relaciones internacionales, la presente investigación busca dilucidar a partir del estudio y análisis de diferentes documentos y estrategias desarrolladas cómo la interacción de Colombia, en este caso, con Estados Unidos se ha visto prolongada desde sus inicios y en su punto más álgido en la década de los años 90 bajo el Plan Colombia debido a  una serie de prioridades asignadas en las agendas gubernamentales y cuyo planteamiento han significado una amalgama de incentivos a la par. Para ello, en una primera parte se mostrará los primeros visos de cómo se arraiga la Cooperación en el actuar del país y, acto seguido, la influencia de su estructuración por parte de Estados Unidos, por último, frente a los desafíos que supone el acuerdo de paz con las Farc-EP, la importancia de que tal canal de comunicación con tan antiguo vecino sea replanteado a las demandas del contexto.

Palabras clave: Cooperación Internacional al Desarrollo, Plan Colombia, Política Exterior, Acuerdo de Paz, neoinstitucionalismo de las relaciones internacionales.


Abstract

The International Development Cooperation, in Colombia, beyond being represented as a transcendental tool of foreign policy becomes a channel of communication in front of other international actors whose main incentives of understanding are provided by the same system; hence, since the mid-twentieth century, all the diverse variety of social, economic and even political challenges faced by the governments of the day generate a varied interest in the face of the international community. From this position and supported in the framework of the neo institutionalism of international relations, this research seeks to elucidate from the study and analysis of different documents and strategies developed how the interaction of Colombia, in this case, with the United States has been prolonged Since its inception and at its peak in the 90's under Plan Colombia due to a number of priorities assigned to government agendas and whose approach have meant an amalgam of incentives at par. To this end, the first part will show the first signs of how cooperation is rooted in the country's actions and, subsequently, the influence of its structuring by the United States, finally, in the face of the challenges of the agreement of peace with the FARC-EP, the importance that such a communication channel with such an old neighbor be reconsidered to the demands of the context.

Keywords: International Development Cooperation, Plan Colombia, Foreign Policy, Peace Agreement, neo institutionalism of international relations


Introducción

La participación de Estados Unidos a través de Cooperación Internacional al Desarrollo (CID) sobre los problemas estructurales que atañen a Colombia ha convertido su figura en un máxime de representación como aliado en el hemisferio. A partir de un longevo conflicto catalogado como "Una tensión alimentada constantemente tanto por externalidades como por apetitos internos de poder (políticos y económicos) que han sumido a la sociedad, desde 1964, en un conflicto violento entre las fuerzas del Estado y las agrupaciones subversivas" (Torrijos, 1992: 4) la identificación de varias estrategias para actuar desde el país del norte han sido bien recibidas por distintos gobiernos de turno, situación que llegó a su cumbre en la presidencia de Andrés Pastrana Arango con el denominado Plan Colombia. En torno a esto, las diversas variables que, puestas sobre la mesa, se convierten en incentivos clave para la relación entre ambos países se pretende demostrar cómo desde ellas la comunicación entre ambas administraciones ha encontrado fluidez siempre bajo el paraguas del conflicto armado.

Como actores racionales, los Estados buscan diseñar una agenda de gobierno propensa a satisfacer sus intereses y el caso colombiano, a la luz de lo descrito, no es la excepción. Desde tal afirmación, si bien los varios estudios del Plan Colombia hacen una descripción del mismo e incluso desarrollan una apuesta para el contexto nacional su lectura, desde los aportes teóricos del neoinstitucionalismo de las relaciones internacionales, implica una comprensión más sistémica de lo que se ha transado en el marco de esa estrategia y su propensión a variar según las prioridades de gobierno.

Según esta variabilidad de la ayuda, el reto de pacificación con el que se verá enfrentado el gobierno de turno asumiendo el acuerdo de paz con las Farc-EP refleja, en honda medida, un reajuste de la CID como canal de comunicación con Estados Unidos en donde, según los tópicos fundamentales a tratar, así mismo se genera la varianza sobre la interacción entre ambas administraciones y su disposición de avanzar componiendo un nuevo régimen de ayuda así como nuevas instituciones sentadas para ello.

Cooperación internacional al desarrollo y neo institucionalismo de las relaciones internacionales

Con la globalización como fenómeno en auge desde finales del siglo pasado, la interacción comercial, política, incluso cultural entre los Estados, han devenido en un proceso de interdependencia dentro de la cual, la misma CID ha servido como puente principal de conexión. Desde aquí, es imperativo comprender cómo ha evolucionado el establecimiento de los parámetros y las limitaciones de dichas interacciones entre las diferentes instituciones entendidas como "el conjunto de reglas formales e informales cuya interposición determina conductas, restringe la actividad y configura expectativas" (Keohane,1993:16) y cómo se ha normativizado para poder desarrollarse a través del tiempo.

Entender las diferentes perspectivas a través de las cuales se encuadra la CID se hace prioritario para poder comprender su accionar, así como para poder explicar las diferentes dinámicas inherentes a ella que se han ido gestando y transformando con el pasar del tiempo. Al igual que el entendimiento de las Relaciones Internacionales, como disciplina y como realidad, la CID se encuentra presta a cambios según las mismas variables del sistema; a entender, los objetivos e intereses para cooperar, la concepción del desarrollo según la época, entre otras. Para efectos del estudio se empleará el enfoque neo institucionalista, que según Bartolomé (2014) se encuadra dentro del paradigma del institucionalismo liberal de las Relaciones Internacionales. Desde este enfoque, la CID será entendida afirmando que "[la CID] no es automática, sino que exige planificación y negociación. Es un proceso altamente político puesto que los modelos de comportamiento (de los Estados) deben alterarse, un proceso que implica la influencia" (Keohane, 1993: 29).

Acotando ciertas características del paradigma liberal, "(...) la interdependencia es fundamental, por lo tanto, niegan la premisa realista que los estados sean agentes autónomos dentro del sistema internacional" (Jiménez, 2003: 122). Bajo esa postura de no autonomía es válido pensar que, dentro de un conjunto de Estados, su actuar posee una alta influencia sobre todo un conglomerado de respuestas que se presenten luego de ello. Producto de esa interdependencia, según Jiménez (2003) los mecanismos de cooperación instaurados por los agentes amortiguan los efectos de una realidad mundial sumergida en una anarquía internacional

A la luz de esta premisa, de la cual deriva la cooperación como una constante interacción entre Estados involucrados, su comprensión, desde el neo institucionalismo de las Relaciones Internacionales no se encuentra muy a lejana a ella; afirmando esto, Keohane (1993) propone que:

Las acciones estatales deben ser comprendidas a través de arreglos institucionales establecidos dado que afectan el flujo de información y las oportunidades de negociar; la capacidad de los gobiernos para controlar la sumisión de los demás y para poner en práctica sus propios compromisos y las expectativas respecto de la solidez de los acuerdos institucionales (p.15).

De cara a lo anterior, es posible pensar en que todo proceso político o comportamiento por parte de los Estados, inmerso en un conjunto o un ecosistema de actores, viene preestablecido a partir de una serie de pautas de coordinación cuyo objetivo es orientar a las partes sobre cuáles son los incentivos para la intercomunicación y, además, qué beneficio sobre el problema a tratar se ha de obtener. De este modo, al entenderse el carácter político de la Cooperación entre Estados como un proceso planificado y consentido, toda la amalgama de incentivos con que se enfrentan los Estados al llevar a cabo dicho proceso afecta la postura de los líderes estatales y moldea su forma de actuar sobre el mismo.

Ahora bien, pensarse la coordinación de políticas entre las partes como fundamento para la puesta en marcha de un proceso de cooperación, hace necesario abordar, en brevedad, lo que el autor concibe como regímenes internacionales; estos se conciben como "(...) instituciones con reglas explícitas, en las cuales han coincidido los gobiernos, que son pertinentes en conjuntos específicos de temas de las relaciones internacionales (...)" (Keohane, 1993:17).Como resultado del mutuo acuerdo entre los Estados la consolidación de este tipo de instituciones funge como dinámica de minimización de la incertidumbre y el riesgo de las acciones políticas desarrolladas en un contexto internacional, que, como lo plantea el enfoque, carece de una autoridad supraestatal.

Bajo este hilo de ideas, en un contexto de no armonía y de continua incertidumbre, las relaciones de interdependencia entre Estados se encuentran normalmente inscritas en una amalgama de normas, reglas y procedimientos cuya reunión conjunta en los regímenes internacionales les otorga la capacidad de regular el comportamiento de las partes y de controlar sus efectos (Keohane y Nye, 1988). En honda medida, la consecución de los mismos tiende a garantizar una prelectura de las acciones para reflejar cuán desviado se encuentra de lo establecido voluntariamente.

Como proceso altamente político, la CID y toda la planificación que ella requiere, según la interpretación de este enfoque, se ve inmersa en un juego de intereses e incentivos derivados del mismo entorno de actuación. Es desde aquí que la racionalidad de los Estados, aunque permeando la comunicación con su contraparte, se encuentra sometida a principios y determinaciones que, bajo libre voluntad, son establecidos. A grandes rasgos, los beneficios resultantes se generan en una relación de doble vía; motivación principal para la consolidación de mecanismos de cooperación.

Abordadas tales premisas, el contexto colombiano y de lo que él se refiere a la CID no se encuentra exento de ellas. Teniendo en cuenta esto, los diversos factores que se han presentado desde la puesta en marcha de dicha herramienta han sido supeditados por toda una serie de incentivos frente al público internacional, situación que, a la luz del neo institucionalismo, supone toda una diversidad de agentes interactuando en un mismo sistema mediante acuerdos políticos establecidos.

En consecuencia, y reflejando la coyuntura actual, la implementación del acuerdo de paz transado con las Farc-EP proyecta un estadio de interacción constante entre los agentes inmiscuidos, de allí que, las instituciones creadas, den visos que permitan la lectura sobre el comportamiento de los mismos y qué elementos clave para su implementación se consolidan como primordiales a tratar en la agenda de gobierno. Además de ello, es menester comprender cuáles incentivos se ven puestos sobre la mesa hacia la comunidad internacional con su desarrollo y cómo, bajo intereses de trasfondo, se da una motivación a su protagonismo.

Breve aproximación a la cooperación internacional al desarrollo en Colombia

De acuerdo con Henao (1991) la Cooperación Internacional se inició en el país en 1949 con la Misión Colombia cuya propuesta fue, por parte del Banco Mundial, elaborar un diagnóstico y un plan de desarrollo coherente y articulado que otorgara las bases para que Colombia se convirtiera en el primer país del Tercer Mundo que recibiera préstamos del BIRF. Como resultado de ello, en 1952, se creó el Consejo de Política Económica y se dieron pasos en el terreno de la intervención y la planeación estatal.

A comienzos de los años 60 se puso en marcha en el continente la llamada Alianza para el Progreso, cuyo ideal apuntaba a una ayuda externa en alianza con el esfuerzo local. De esta manera, como principal condición para el acceso a los recursos de crédito, era necesario un plan de desarrollo de por lo menos 10 años de proyección. Para tal fin, fue el Departamento Nacional de Planeación (DNP), recién constituido y bajo la orientación de la CEPAL, quien elaboró el Plan Decenal de Desarrollo en 1961. Bajo este mismo sentido el DNP (2012) asegura:

Colombia se convirtió en el país bandera de la Alianza para el Progreso y se le asignaron créditos por valor de 200 millones de dólares anuales. El primer Convenio Marco de Cooperación Bilateral fue firmado por el gobierno colombiano con los Estados Unidos el 23 de Julio de 1962, y el BIRF, el BID y la AID, se convirtieron en los principales organismos de Cooperación Técnica y de ayuda financiera reembolsable para el país. (p.17)

Desde esta misma década y bajo una doctrina de política exterior réspice polum, es importante destacar la manera en la que el gobierno de Colombia llevó a cabo estrategias de contrainsurgencia tales como el Plan Laso en el marco de la Alianza para el Progreso de 1961. (Bermúdez, 2010: 205). En los años posteriores, la política exterior del país, dependiendo del enfoque presidencial, ha tenido virajes en su doctrina, cambiando con bastante facilidad de réspice polum como tendencia desde principios del siglo XX a réspice similia (mirar a tus semejantes) de acuerdo con los intereses del gobierno de turno. En torno a ello, "el gobierno del presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978) asumió una singular postura hacia Washington a través de los lineamientos de réspice similia" (González, 2004, p.265).Con esta determinación, la CID también varió durante tal cuatrienio. A petición del presidente López Michelsen, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) abandonó el país dado que, el mandatario, no encontraba justificación para la intromisión de tal agencia en los asuntos nacionales (Thoumi 2002).

En adelante, Colombia comenzó a verse inmiscuida en diversas iniciativas de cooperación, como lo fue el caso en los años 80 con el grupo de Contadora para buscar la paz de centro américa. A mitad del decenio de los 90, bajo la presidencia de Ernesto Samper, la situación de Colombia reflejaba gran descredito a nivel internacional; en función de ello Tokatlian (1999) afirma que:

En efecto, mientras Colombia establecía instancias, organismos y burocracias dedicadas a la protección interna y a la promoción externa de los derechos humanos, las violaciones crecían y las sanciones no se hacían presentes (...) además, la reiteración de que el Estado no promovía como una política pública el irrespeto de los derechos humanos dejó de ser vista con la relativa comprensión de los ochenta y comenzó a ser la demostración del desmoronamiento estatal (p.353)

De la misma manera, el respaldo desde Estados Unidos y la Unión Europea al país estuvo en decadencia dada la presencia y vínculos de la campaña presidencial con dineros del narcotráfico (Tokatlian 1999); además de ello, el gobierno de turno se vio maniatado para retomar acercamientos de paz con los grupos subversivos y de reestablecer el control civil (Buitrago, 2013:179) generando así situaciones que en máxima reflejaban la fuerte ilegitimidad del mismo.

Bajo este ambiente enrarecido, la Presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002) se encontró con retos que apuntaban, entre otros, hacia la negociación con las guerrillas en Colombia y la disminución del tráfico de drogas. Viéndose de brazos cruzados, una vez el intento fracasado de negociación con las Farc-EP conocido como "la silla vacía", "(...) Pastrana habló con Clinton para solicitar ayuda. La Administración Clinton contestó a Pastrana que su gobierno tenía que formular una iniciativa de Cooperación con los EE.UU." (Rosen y Martínez, 2016: 70). La puesta en marcha del Plan Colombia en el Gobierno de Andrés Pastrana, en el año 2000, significó "por primera vez en Colombia una injerencia total de Estados Unidos en el conflicto colombiano, con personal, asesoría en todos los niveles, suministro de equipo militar y ayuda financiera en valores nunca vistos antes en Colombia" (Otero, 2016:77)

Con la llegada de Álvaro Uribe a la presidencia de Colombia, en su primer mandato, (2002-2006) y el Plan Colombia a solo un año de haberse puesto en funcionamiento, la política de CID, tal como señala Acción Social (2006) estuvo orientada hacia la obtención de apoyo necesario para hacerle frente a la violencia, fortalecer las condiciones para el crecimiento económico y el desarrollo social del país. Tal política orientó todos sus esfuerzos para la solución de problemas estructurales que aquejan al país, la construcción de paz, el desarrollo económico además de buscar la renovación del compromiso de la comunidad internacional frente al caso colombiano.

En el segundo mandato de Álvaro Uribe (2006-2010), la política de CID bajo la Agenda de Cooperación Internacional 2007-2010 se enfocó principalmente a la apertura de la realidad Colombiana a la comunidad internacional, el fomento de nuevas alianzas, el incremento de flujos de recursos hacia el país, entre otras cuestiones, todo ello bajo tres áreas prioritarias como lo fueron los Objetivos del Milenio (ODM), la lucha contra el problema mundial de las drogas y protección del medio ambiente y la reconciliación y gobernabilidad.

Con la administración de Santos (2010-2014), en su primera etapa, la agenda de CID 2012-2014 viró hacia asuntos tales como disminución del desempleo, pobreza y desigualdad, cambio climático y medio ambiente y la consolidación de seguridad y paz. Además, Colombia gestó como oferente de ayuda en tema de Cooperación técnica en seguridad, Deporte y Educación, Gestión Pública y Buen Gobierno, entre otros. Como última estrategia de cooperación emitida, bajo el segundo mandato de Juan Manuel Santos (2014-2018) se tiene hasta el momento la Hoja de Ruta para ese mismo periodo cuyo contenido coloca de manifiesto las intenciones de buena voluntad de la administración para el siguiente periodo presidencial sin dejar claras las bases sobre la gestión, administración y evaluación de los fondos que se han destinado para la construcción de paz en el país.

Estados Unidos como actor de la cooperación internacional al desarrollo en colombia.

El panorama ofrecido por Colombia a finales de la década de los 90 resultaba poco esperanzador tanto para el gobierno de turno como antes los ojos de la comunidad internacional. Como fundamento de ello, Rosen y Martínez (2016) aseguran que:

Los EE.UU y Colombia tuvieron relaciones ríspidas durante el gobierno de Clinton y su homólogo en Colombia, Ernesto Samper (1994-1998). Samper nunca fue un aliado incondicional para los EE.UU., y las relaciones entre los países se deterioraron rápidamente. La administración Clinton percibía al Presidente Samper como poco comprometido en el combate a las drogas, por lo que descertificó a Colombia por tres años consecutivos (p.69)

De acuerdo con el International Narcotics Control Board (1999), los grandes esfuerzos dirigidos a la reducción del cultivo ilícito de arbustos de coca en Perú y Bolivia únicamente se veían opacados por el incremento de la producción de hoja de coca en Colombia. Aludiendo tales condiciones, durante el periodo de Andrés Pastrana (1998-2002) se consolidó el Plan Colombia involucrando al país con un alto flujo de recursos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Bajo esta misma idea, el discurso de toma de posesión presidencial da fe en "recuperar para el Estado el monopolio de la fuerza para la paz, la justicia social y la felicidad de los colombianos". (Pastrana, 1998:2) poniendo en marcha el Plan Nacional de Desarrollo "Cambio para Construir la Paz 1999-2002" cuyo objetivo principal era el restablecimiento de la paz y encaminar a Colombia en la senda del desarrollo social y el crecimiento sostenible.

Conservando su postura ante la problemática del país y en respuesta a solicitudes hechas por parte de Estados Unidos en su lucha contra el Narcotráfico, el gobierno de Pastrana busca financiación internacional, logrando así el espaldarazo de EE.UU ante ello.

De esta manera, comienzan una serie de debates internos en EE.UU para la ratificación de dicho plan puesto que, en primer lugar, el aumento de seguridad y la generación de ayudas al país suramericano no generaba mucha motivación entre el electorado estadounidense. Ante esto, el Plan Colombia no debía ser comprendido bajo un sentido "paternalista" sino al contrario, que también trajera consigo beneficios para el país norteamericano. Esta búsqueda de resultados para las condiciones internas fueron apremiantes dado que "la cocaína es consumida por 14 millones de personas y 6.3 viven en ese país" (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2003:315). En consideración a ello, según palabras de Sánchez (2011) el Plan Colombia pudo verse instrumentalizado como la estrategia perfecta en la lucha antidroga en el hemisferio por parte de EE.UU, dimensión que, a su vez, procuró a Colombia un amplio respaldo desde el mismo.

 Entendido como una nueva forma de alcanzar la paz mediante un trabajo en conjunto con la comunidad internacional, el Plan Colombia resultó ser una estrategia que, dependiendo del socio al cual se dirigía en el extranjero, cambiaba su propuesta, pero, en línea de máxima, su eje de interés desde el principio consistió en una serie de cuatro pilares; estos son: "a) la lucha contra las drogas ilícitas y el crimen organizado; b) reactivación económica y social; c) fortalecimiento institucional; y d) avances del proceso de paz en Colombia" (DNP y Departamento de Justicia y Seguridad, 2006:10)

Frente a la estrategia enunciada, Estados Unidos tendrá un papel activo en dos problemas específicos: terrorismo y narcotráfico, que eran considerados temas prioritarios de su agenda en términos de seguridad nacional. Como resultado de esto, la mayoría de recursos desde el país del norte fueron dirigidos en una estrategia antinarcóticos y el fortalecimiento de fuerzas militares y de policía (Sanchez 2011).

Ante otros actores de la comunidad internacional, la presentación del Plan Colombia denotó áreas prioritarias de acción que no se dilucidaban en la propuesta ante Estados Unidos. Como ejemplo, ante la Unión Europea, la promoción y defensa de los derechos humanos, reducción de las diferencias socioeconómicas y reforma institucional eran los principales temas puestos sobre la agenda. Ante tales implicaciones y horizontes con los que contaba el Plan, cada parte en juego dispuso de diferentes cuantías en un comienzo (ver la tabla 1) situación que cambiaría con el pasar de los años y mostraría cuán vinculadas estarían para su continuación.

Tabla 1. Recursos financieros asignados por las partes involucradas al Plan Colombia I

Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos de Sánchez (2011)

Centrándonos entonces en el papel de Estados Unidos alrededor del en aquél entonces iniciado plan, los esfuerzos presupuestarios de este país siguieron en aumento. La Comisión Ecuménica de Derechos humanos (2001) se refiere a cómo, a sólo un año de comenzada la administración Bush, se añadieron 550 millones de dólares al Plan, todo ello para hacer frente al denominado "narco-terrorismo". Tan álgido compromiso desde el país del norte encontró correspondencia con el gobierno de turno en Colombia.; Rosen (2014) explica que:

Within Colombia, the situation changed with the election of Álvaro Uribe, who represented a fundamental shift from Pastrana. Uribe came to power and vowed to combat the illegal armed actors operating within Colombia, such as the Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). He refused to negotiate with the FARC, signifying a major policy change from his predecessor (...). (p.43)

Aludiendo al contexto internacional, dados los acontecimientos del 9/11 que derivaron en el comienzo de la guerra mundial contra el terrorismo y, de manera subordinada, la lucha contra las drogas ilícitas por parte de Estados Unidos (Rosen 2014) la férrea idea de Álvaro Uribe en combatir los actores armados ilegales, adquirió un mayor sustento. El reflejo detales incentivos puestos en juego fue intrínseco (ver gráfico 1); ambas administraciones encontraron entre sí una manera de cumplir sus objetivos geopolíticos y de gobierno.

Grafico 1. Ejecución de los fondos del Plan Colombia I (1999-2005) según su área de asignación

Fuente: Gráfico de creación propia con datos obtenidos de DNP y DJS (2006)

De la anterior distribución es válido afirmar que el mayor desgaste presupuestario se vio dirigido hacia la lucha contra las drogas ilícitas y el crimen organizado (73,69% del total) por parte de Estados Unidos; el actuar de Colombia también fue consecuente con el comportamiento de este país (48,6% del total asignado enfocado hacia tal objetivo). Con tal manera de proceder, de las 163.920 hectáreas de cultivos ilícitos presentes en el año 2000 en el territorio nacional descendieron a 85.750 para el 2005 significando una disminución del 46,4% (DNP y DJS, 2006, p.14) Al mismo tiempo, el incremento de soldados profesionales, avances en la interdicción y extradición y disminución en los principales indicadores de violencia, entre otros asuntos, dan fe de tales esfuerzos propendidos entre ambos países (ver la tabla 2).

Caso contrario a este componente, tanto el fortalecimiento institucional (34% y 12% dispuestos por Colombia y Estados Unidos respectivamente) como la reactivación económica y social (17% y 14% del total presupuestario entre Colombia y Estados Unidos de manera respectiva) de cara a sus principales objetivos, no se propiciaron como elementos incentivos en la agenda del Plan Colombia. Bajo este sistema de incentivos reflejados en la primera parte, el Plan Colombia se materializó como canal de comunicación idóneo para el cumplimiento de objetivos entre ambos países.

Tabla 2. Principales resultados expuestos en el componente "Lucha contra el problema mundial de las drogas" del Plan Colombia I

Fuente: Elaboración propia con datos recopilados de DNP y DJS (2006)

Como resultado del tal acercamiento entre Colombia y Estados Unidos, alrededor del Plan, el siguiente estadio de CID halló su fundamento en la Estrategia de Fortalecimiento de la Democracia y la promoción del Desarrollo Social (de ahora en adelante EFDDS) para el periodo 2007-2013. De manera temprana, la administración de Álvaro Uribe en su segundo periodo presidencial siguió observando en el apoyo brindado por el país del norte una útil herramienta menester para su programa de gobierno. Incluso, según afirma Rojas (2017): "En aras de asegurar la continuidad del respaldo estadounidense, el gobierno Uribe redefinió el conflicto armado en términos de amenaza terrorista", profundizando con ello la vinculación del desarrollo de la guerra en el país con las dinámicas políticas, tanto domésticas como internacionales, de la superpotencia." (p.39)

Elementos tales como la consolidación de logros y objetivos para el fortalecimiento de la democracia y su estabilidad, la promoción de los derechos humanos, el desarrollo económico y social, y la lucha contra la pobreza fueron determinantes para esta estrategia (ver la tabla 3) (DNP,DJS 2007). La extensión que encuentra el Plan, desde sus fundamentos, en esta agenda programática de gobierno, da forma a lo que se conoció como el Plan Colombia II.

Tabla 3. Porcentajes asignados por componente del total de recursos dispuestos a nivel nacional para la EFDDS

Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos de DNP, DJS (2007)

Presentado esto, las guías de orientación propuestas para la CID del país, una vez más, durante ese sexenio, no estuvieron exentas de incluir la lucha contra el tráfico ilícito de drogas. Tales variables en relación con la mediación internacional y la continuidad del Plan, para autores como Rojas (2007) hicieron suponer que:

¿No será, entonces, que la única justificación que resta para seguir hablando de un "Plan Colombia" y poder distinguirlo del conjunto de la acción del estado es la obtención de recursos internacionales? Sobre todo porque difícilmente un estado como el colombiano, débil ciertamente pero no fallido, subdesarrollado pero no en la extrema pobreza, puede sustentar su modelo de desarrollo en la asistencia internacional sin que medie una apelación a la corresponsabilidad internacional, en este caso frente al tráfico ilícito de drogas. (p.33)

La necesidad intrínseca de la administración Uribe en un segundo momento por solidificar resultados obtenidos durante su primer mandato, en relación con la manera en que las líneas de orientación para la CID se configuraron, generó un terreno cómodo de actuación para otros países; Estados Unidos, una vez más, sería protagonista.

La internacionalización de las problemáticas por parte del Estado colombiano se había convertido en el principal insumo para la creación de canales de comunicación y entendimiento frente a otras administraciones. A razón de esta iniciativa sobre la cual se visibilizaran los asuntos internos, la CID siguió procurándose un espacio fundamental en la política exterior de Colombia. Haciendo énfasis en la participación de Estados Unidos sobre esta segunda etapa del Plan, se debe tener presente que, de manera histórica, su papel en el proceso de concesión de ayuda hacia nuestro país ha sido acorde con sus intereses geopolíticos y geoestratégicos, hasta el punto de considerársele como herramienta de softpower a través de la cual logra incidir en aquellas áreas que son de su principal motivación.

Respaldando lo anterior, sin restarle importancia a otros ejemplos, la incidencia del Comando Sur, organismo militar norteamericano, sobre Colombia, "podría entenderse como una violación de la soberanía nacional. Sin embargo, como la intervención está acordada y concertada con el Gobierno colombiano, se convierte en otro modo de cooperación oficial (...)" (Reis, 2010: 72). Cabe destacar igualmente, relacionado a la contención terrorista en el país, el respaldo que esta acción encontraba tanto en el anterior organismo mencionado así como en el denominado Joint Special Operations Command y su cooperación frente a la lucha antiterrorista. (Jordán 2017). Es así como Estados Unidos orienta su qué hacer a partir de CID (ver gráfico 2) sustentado en la duración misma de la EFDDS; el conglomerado de montos dispuestos en materia de seguridad en comparación de la ayuda económica refleja la asignación de prioridades.

Gráfico 2. Comparación de montos dispuestos por Estados Unidos para ayuda económica y militar durante la vigencia de la EFDDS.

Fuente: Elaboración propia con datos compilados en Security Assistance Monitor (2018)

En brevedad, la ayuda militar durante este periodo estuvo encaminada al control internacional de narcóticos, ayuda contra el tráfico ilícito de drogas y las finanzas militares extranjeras, entre otros (Security Assistance Monitor, 2018).

De cara a estos aspectos con los que culmina la segunda etapa del Plan Colombia con importante adhesión a las metas del gobierno de turno, honda decir que, la presidencia de Juan Manuel Santos, en su primer momento, se mostró abierta al diálogo con las FARC-EP como agente trascendental del conflicto en el país. Desde aquí, los términos en que conversaría con el país del norte comenzarían a cambiar. Así aunado al trasfondo internacional, el contexto colombiano dilucidó una variada gama de retos que, aunque estuviesen presentes décadas atrás, serían la nueva columna vertebral de la agenda de CID; fungen como temas clave, "el crecimiento y la inserción económica, la liberalización de los mercados y una política institucionalizada de CID" (Grasa, 2014:13-14). Con estos elementos sería posible comenzar a trazar un contraste entre esta administración y la de Álvaro Uribe en tanto que, durante los dos periodos de ésta última, se planteó una mano dura y confrontación directa con el grupo subversivo (Raga, 2017).

Esta nueva dinámica de manejo de la agenda gubernamental enlazada a través de una comunicación con los demás países, supuso grandes cambios. La administración Santos quería desligar, durante un primer momento, todo tipo de rezagos producidos por lineamientos problemáticos durante el gobierno Uribe y cuyo acontecer trascendió de modo controversial ante la comunidad internacional (Crespo 2012). A razón de esto, el dialogo con las FARC-EP, desde sus inicios en el año de 2012, además de representar el vehículo esencial sobre el cual desembocaron diversos roces de la política nacional (Buitrago, 2013) significó también todo un nuevo conjunto de incentivos con los cuales el gobierno del país establecería contacto a nivel internacional.

Como consecuencia a esta búsqueda, con fines de apoyo monetario e incluso político, Estados Unidos, desde su agencia de CID "USAID" se acopla a estos nuevos elementos generando toda una serie de forma de respuestas que, frente a las tradicionales, distan mucho entre sí.

Desde esta postura, para el periodo 2014-2018, USAID elabora una Estrategia de Cooperación para el Desarrollo del País (ECDP) cuya principal intención es, en teoría, generar "una Colombia capaz de implementar satisfactoriamente una paz inclusiva y sostenible" (USAID, 2014: 2). Tal camino de ayuda planteado por el país del norte se ajusta a un contexto en el que, si bien el Gobierno de Santos en su segunda etapa ha procurado buscar todo tipo de respaldo hacia la paz, no existe una base sólida en donde se establezcan las premisas para la intercomunicación con otros países en tal materia.

Para lograr tal cometido, la Agencia dispone de cuatro objetivos que, a su consideración, son fundamentales para una construcción de paz sostenible en el tiempo avocando por la inclusión, la reconciliación y las condiciones rurales de Colombia. De manera ampliada USAID (2014) lo expone así:

OD1: Presencia efectiva de instituciones y procesos democráticos en las áreas objetivo.
OD2: Avance de reconciliación entre las víctimas, ex combatientes y otros ciudadanos
OD3: Mejoramiento de las condiciones para un crecimiento económico rural inclusivo
OD4: Resiliencia ambiental y bajas emisiones. (p.6)

Cabe resaltar que, para avanzar en cada uno de estos componentes, las tareas asignadas van desde la mejoría de la capacidad institucional para brindar respuestas y servicios oportunos hasta la protección de la biodiversidad y el medio ambiente. Aunado a ello, las víctimas y victimarios, así como la disparidad de la tierra son enfoques destacados de la Estrategia (USAID 2014).

Fundamentando estos nuevos elementos y siendo observados por Colombia como una serie de incentivos claros para seguir relacionándose con Estados Unidos durante esta nueva etapa, el congreso de este país se ha manifestado a través del marco presupuestario para operaciones exteriores (ver tabla 4) entregado por el Departamento de Estado (por sus siglas en inglés "DoS").

Tabla 4. Presupuesto asignado para operaciones en Colombia (2014-2017) por el Congreso de los Estados Unidos

Fuente: Elaboración propia con datos recopilados de DoS (2013), DoS (2014), DoS (2015), DoS (2016).

Es de suma importancia encarar las prioridades anteriormente expuestas con los puntos clave negociados entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las FARC; puntos que, históricamente, se han detectado como prolongadores del conflicto armado, a saber: Reforma Rural Integral, Participación Política, Fin del Conflicto, Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, Víctimas, Implementación, Verificación y Refrendación. La consecución de estos a través de las dinámicas de actuación de USAID refleja un fuerte soporte material desde el extranjero cuya existencia puede ser usada como hoja de ruta ante la demanda de CID de las próximas décadas.

Arraigando mucho más los esfuerzos de seguir interactuando con Colombia, la administración Obama en su segunda fase comenzó a denotar cierto respaldo ante tal acercamiento de partes, situación que, a la luz de su tradición en política internacional, resulta inusual. Ante ello, Tokatlián (2015) denota cómo la persistencia de Estados Unidos durante varias décadas de obstaculizar una solución negociada con las FARC-EP se vio carente de fuerza significando entonces un respaldo ante tal proceso.

A la luz de esta nueva posición, el nombramiento de Bernard Aronson como enviado especial a los diálogos en La Habana por parte del entonces presidente Obama, para muchos expertos, significó un apoyo simbólico inconmensurable desde Estados Unidos en tanto que, además de prestar supervisión sobre temas álgidos, ayudó a engrasar las ruedas del diálogo.

Con el cumplimiento de 15 años de vigencia del Plan Colombia se detectaron alrededor de USD 9600 millones como contribución de Estados Unidos a Colombia, que, como se ha observado, estuvieron dirigidos principalmente ante la lucha contra el narcotráfico y la preparación militar (Muñoz, 2016). Con un nuevo panorama nacional en marcha y los elementos que de este emergen, el paso de Plan Colombia a Paz Colombia, como un nuevo capítulo de esa iniciativa (Redacción Política, 2016), da continuidad a la interacción entre ambos países a través de un régimen de ayuda con distintas orientaciones y objetivos; desde aquí pues es válido destacar que el cumplimiento de lo pactado en La Habana llegue a requerir tanto de la disposición de la comunidad internacional, observando en el país del norte un régimen de cooperación reconfigurado y los montos dispuestos a una demanda con elementos de nueva índole.

A fin de plantear lo hasta aquí tratado, la tabla 5, construida con elementos de Ramírez (2005), Bermúdez (2010) y Crespo (2012) recrea la comunicación entre ambos países abordando elementos que la misma teoría neo institucional nos refiere, especialmente los regímenes de la ayuda, los incentivos a doble vía y el contexto de la interacción.

Tabla 5. Lectura de la interacción Colombia- Estados Unidos desde comienzos del Plan Colombia hasta la actualidad con base a elementos propios de la teoría neo institucional de las relaciones internacionales.

click aquí Tabla 5

*, **: Clasificaciones obtenidas de Ramírez (2005)

*, **, ***: Clasificación de Política exterior obtenida de Bermúdez (2010) y Crespo (2012)

Ahora bien, a pesar de este nuevo horizonte trazado, de cara a la administración de Donald Trump, desde el 2017, el panorama de ayuda que el país del norte proporcionaría para la implementación del acuerdo de paz con las FARC-EP resultaba desolador; se hablaba, en principio, de un recorte del 21% de los fondos proveídos para tal cometido (Portafolio 2017). Además, si bien Colombia encontró un fuerte nexo con la administración Obama y una orientación al diálogo, bajo el mandato de Trump todo ha de quedar bajo incertidumbre (Pinzón, 2017:203). Desde tal primer desencuentro, la administración de Santos, a solo un año de culminar su segundo periodo, comenzó a desplegar todo tipo de acciones por medio de las cuales pudiera convencer al suspicaz líder estadounidense.

Frente a esta situación, el entorno que se consolida alrededor del electo presidente Iván Duque Márquez para el periodo 2018-2022 genera toda una serie de incertidumbres frente a los medios y elementos que este próximo gobierno ha de poner sobre la mesa para seguir gestando un régimen de ayuda internacional; esto a razón de que, como hemos observado, la voluntad misma en la esquematización de las prioridades varían a voluntad del jefe de Estado y su equipo gubernamental. Entre las primeras manifestaciones que tuvo el gobierno estadounidense frente a la elección del pueblo colombiano, Maseri (2018) citando a Heather Nauert portavoz del Departamento de Estado da cuentas del respaldo hacia los esfuerzos de la nueva administración en mitigar varias áreas problemáticas.

Además, es de extensivo conocimiento el que, desde el partido político por el cual inscribió su candidatura, existen varias críticas alrededor del acuerdo de paz constituido con las FARC-EP, a razón de esto, pronunciamientos sobre una reforma al mismo son de esperar, es por estos motivos el que es posible afirmar que "la etapa inicial de implementación de los acuerdos coincide con una campaña política donde varios de los actores le son hostiles" (Botero 2017: 385). Al mismo tiempo, la agenda internacional mixta a la que debe enfrentarse el nuevo gobierno requiere, entre muchas cosas, el fortalecimiento de la relación del país con vecinos como Argentina y Chile en tanto actores oportunos de un retorno de la derecha en Sudamérica. (Niño, Liendo y Sánchez, 2018).

Como se deriva desde lo que hasta aquí se ha planteado, la interacción de Colombia con los demás países, anotando como incentivos y condiciones clave para el desarrollo de la misma un periodo de posconflicto y las dinámicas políticas y económicas cambiantes del país desde un nuevo periodo presidencial, genera grandes expectativas a nivel académico. La configuración de nuevos elementos genera distintas formas de entendimiento tanto con alianzas próximas, así como con comunicaciones tradicionales; Estados Unidos se incorpora dentro de estas últimas. Queda entonces por analizar un futuro venidero en donde, según determinados casos, el régimen de la ayuda se siga ajustando a responsabilidades heredadas y prioridades gubernamentales.

Conclusiones

Las dinámicas inmersas en la política internacional parten desde una teoría a partir de la cual se logran explicar diversas situaciones o fenómenos. Bajo esta afirmación, desde el neo institucionalismo, la conformación de las instituciones y los regímenes internacionales dan fe del por qué los Estados adquieren ciertos comportamientos. Simultáneamente, aunado al paradigma liberal, los agentes cooperan entre sí siempre y cuando existan objetivos en común; de aquí pues que, la creciente demanda de Cooperación Internacional encuentre como su pilar y motor base de su acontecer una alta interdependencia política y económica propia del escenario internacional (Jiménez, 2003:122). Bajo esta premisa, las instituciones se conciben como reglas de juego imperantes sobre la CID debido a su inclusión en los regímenes de ayuda como compromisos que permitan la fluidez de los mismos. Ante esto, la configuración de la CID en Colombia como canal de comunicación y herramienta clave surge desde mitad del siglo pasado siendo el conflicto armado su piedra angular.

Partiendo de lo anterior, la implicación de Estados Unidos en el conflicto armado colombiano desde un primer momento con el Plan LASO y luego el Plan Colombia constata su necesidad por ciertos intereses propios en el hemisferio.

La cooperación denota beneficios en doble vía, de allí pues que la interacción entre dos o más agentes con objetivos en común sea fluida y sin incógnitas, de no presentar tales aspectos, su puesta en marcha se vería en incertidumbre; para el ejemplo, tanto el Plan LASO como el Plan Colombia si bien significaron la contención de grupos subversivos en la perspectiva estadounidense desde la rúbrica colombiana apuntaba a una supresión de un gran obstáculo en su desarrollo. En consecuencia, la narcotización de la agenda gubernamental así como el qué hacer criminal de diversos grupos plantearon distintos puntos de llegada y partida ante la comunidad internacional; desde esto y una vez robustecida la violencia en la década de los noventa, Estados Unidos encontró su primer momento para inmiscuirse directamente dado que el narcotráfico en Colombia significada una amenaza para su seguridad nacional (Rosen y Martínez 2016).

La estructuración del Plan Colombia como régimen de ayuda y canal de comnicación se vio superpuesto a intereses comunes entre ambas administraciones; árueas como el tráfico ilícito de drogas y el crimen organizado prolongaron su interacción vis a vis. La firma del acuerdo de paz con las FARC-EP en el gobierno Santos detenta una nueva forma de gestar la CID, con otros incentivos sobre la mesa y que se presentan, en máxima, como puntos clave para los próximos periodos presidenciales. Es entonces como tales nuevos puntos a establecerse se ven inscritos en un nuevo régimen de ayuda conocido como "Paz Colombia" suscribiendo una intención clara por mantener la comunicación entre ambas partes interponiendo lo pactado en La Habana como eje transversal debido a que como lo es ya tradicional para la superación de obstáculos, la cooperación sea un instrumento estratégico dentro de la política exterior colombiana (APC 2012).

Bajo la anterior premisa, es válido afirmar que las demandas del sistema proveídas por el contexto mismo se materializan como los principales incentivos por los cuales, las partes en juego, entran a negociar toda vez que encuentren en ellos mismos resultados benéficos. Es importante trazar que, aunque se observen ciertas tendencias, la lectura misma debe verse intercedida por la postura que el mandatario de turno posea en la asignación de atenciones y relevancia de cuestiones.

En añadidura, las crisis económicas recurrentes y el paulatino envejecer que presentan los países industrializados, hacen palpable el empoderamiento de los países emergentes en la escena internacional (Tassara, 2016:101). Desde ello, la entrada de Colombia a la OCDE, además de significar toda una nueva serie de obstáculos por resolver y una carta de entregables que brinden sustento de los avances obtenidos por el país, hace posible trazar una hoja de ruta ante la comunidad internacional y ampliar las vías a través de las cuales se intensifique la inserción de Colombia en la escena mundial; ajustes a la educación, situación y condición del sector laboral y la productividad, entre otras materias, pasarían a conformar, de manera más consolidada, una agenda de acercamiento ante terceros pares ya sea de la región o de experiencias compartidas por parte de otros Estados pertenecientes a esta organización.

Además de esto y ajustado a un contexto más próximo la presidencia del país, encabezada por Iván Duque, adquiere, por una parte, un portafolio de temas heredado desde el gobierno en salida siendo la paz su pilar fundamental y cuya observancia pone en expectativa al resto de países que apoyaron la iniciativa; por una segunda vía y aunque no menos importante para el análisis, lo vinculado como sus promesas de campaña que ha de fungir como brújula de gobernabilidad.

Bajo esta perspectiva y con nuevos componentes para el establecimiento de vínculos del país con otros Estados o instituciones de talla internacional, todos ellos, derivados por compromisos adquiridos en la antigua agenda de gobierno y la que está por establecerse, la orientación de Colombia antes nuevos regímenes internacionales será una realidad palpable. Con experiencias como la del Plan Colombia, la notoriedad del Estado en el hemisferio y los retos que el acuerdo de paz con las FARC-EP interpone, llegar a consolidar puntos determinantes sobre agendas de terceros, se convierte, de cara a estos próximos años, en una tarea imprescindible por abordar.

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