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Algunas respuestas al desafío construccionista: Una aproximación realista1

Translated title (es):Some answers to the constructionist challenge: A realistic approach

   
   
   
   
 

Resumen

Este artículo se propone confrontar dos enfoques antagónicos acerca de la ciencia, la realidad y la verdad: el construccionismo y el realismo, con el fin de evaluar la fortaleza de sus argumentos. También, revisaremos los postulados más importantes del construccionismo alrededor de algunos conceptos fundamentales. Posteriormente, presentamos algunas réplicas realistas al construccionismo. Por último, concluimos sugiriendo la necesidad de reflexionar sobre estos temas en el marco de la Investigación y enseñanza de las Ciencias Sociales, toda vez que muchas tesis construccionistas impregnan el corpus teórico y pedagógico de estas disciplinas.

 

 

 

 

Abstract

This paper is aimed to face two antagonistic approaches about Science: Reality and Truth, Constructionism and Realism; the purpose is to evaluate the strength of their arguments; then we will revise the most important postulates of Constructionism from some fundamental concepts; we will also show some realistic replies to the Constructionism. We finally conclude suggesting the necessity to make a reflexion over these topics in the Social Science research and teaching framework, ergo most of the constructionist theses pervade the theoretical and pedagogical corpus of these disciplines.

 

 

 

 


Introducción

Durante mucho tiempo, las reflexiones sobre la ciencia y su enseñanza se han preocupado por comprender su naturaleza, métodos, alcances y límites. Filósofos, sociólogos, educadores, antropólogos, historiadores, entre otros, analizan desde sus campos, el impacto de la ciencia en la vida y cultura humana. La explosión de este tipo de estudios ocurrió con vigor en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado, siendo destacados los trabajos de filósofos e historiadores de la ciencia (Kuhn, 1996; Feyerabend, 1975), filósofos continentales (Lyotard, 1979), sociólogos de la ciencia (Bloor, 1976; Barnes, 1977; Knorr-Cetina, 1981) y antropólogos de la ciencia (Latour&Woolgar, 1979). Cada disciplina ha permitido tener una visión más amplia acerca del fenómeno científico, favoreciendo la superación de posturas reduccionistas que, a decir de algunos, quedan ahora en el ámbito de la “Leyenda” (Kitcher, 1993). No obstante, las posibilidades que abrió este tipo de estudios, lo que en un principio fue una comprensión más prolija de la ciencia se tornó un auténtico campo de batalla, cuando las posturas metafísicas y epistemológicas que soportaban tales discursos entraron en abierta contradicción con asuntos centrales para la imagen de la ciencia como, por ejemplo, las concepciones de realidad, verdad, la elección de teorías, el método, la racionalidad2.

 

La década del noventa del siglo anterior fue testigo de un gran número de acalorados debates en los que se revaluó enormemente la imagen de la nueva ciencia, que había acompañado a esta empresa intelectual desde sus inicios en la época moderna; sin embargo, es hora de preguntarse: ¿qué queda luego de esos debates? Sin lugar a dudas, las disputas no se han zanjado. Más bien parece que se ha entrado en un período de tregua, en el que las posturas se han alineado en torno a dos bloques sólidamente constituidos: el construccionismo y el realismo. Cada bloque tiene matices difícilmente numerables; sin embargo, es posible encontrar las líneas gruesas que identifican cada postura.

 

El propósito de este artículo es describir los desafíos que plantea para la imagen de la ciencia la adopción de la propuesta construccionista; igualmente, revisar, a la luz de algunas respuestas realistas, las contradicciones que encierran ciertos supuestos construccionistas; y, finalmente, sugerir la necesidad de reflexionar sobre las consecuencias epistemológicas y ontológicas que comporta el adoptar la retórica construccionista en el marco de las ciencias sociales, en especial, en lo que respecta a  su enseñanza. Para ello, aplicamos una metodología próxima a lo que se denomina “análisis conceptual”, la cual nos permitió encontrar dos macro categorías: en la primera, se agruparon las tesis construccionistas, a partir de los conceptos de ciencia, realidad y verdad; en la segunda, se reconstruyeron las réplicas hechas por algunos filósofos realistas: John Searle (1996), Ian Hacking (1999) y Paul Boghossian (2006), al proyecto construccionista. Por último, discutimos lo hallado y culminamos haciendo alusión a un debate reciente en la filosofía de las ciencias sociales, específicamente en el terreno de la hermenéutica. Como conclusión, mostraremos las dificultades del construccionismo y la necesidad de adoptar una postura realista a la hora de confrontar tales tesis.

 

El interés que mueve esta reflexión, consiste en denunciar las retóricas construccionistas que se incoan con frecuencia en ciertos discursos de las ciencias sociales. Ya sea como posturas pedagógicas o como supuestos de investigación, se pretende mostrar que algunas tesis construccionistas relajan estándares epistemológicos necesarios para la enseñanza e indagación rigurosa en las ciencias sociales. Nociones como objetividad, neutralidad, verdad, realidad se ven fuertemente debilitadas por las impulsivas afirmaciones construccionistas. De igual forma, se busca allanar el camino para diseños metodológicos y estrategias de organización de la investigación universitaria en ciencias sociales, así como de su enseñanza, que no queden enredadas en falacias del orden del ser o del conocer. Ambos intereses son fruto de los proyectos de investigación llevados a cabo con estos fines y que, en el presente escrito, se ciñen al ámbito de fundamentación conceptual.

 

 



Materiales y Métodos

 

Este trabajo se ha diseñado siguiendo el esquema de evaluación de argumentos. Al tomar como objetos de referencia las distintas teorías citadas, su estructura se ubica del lado del análisis conceptual. Esto es, examina el contenido de los conceptos que las doctrinas en puja, asumen como centrales para sus propuestas. Verdad, realidad, objetividad y ciencia, como términos nucleares de los construccionistas y realistas, son sopesados a la luz de su alcance semántico, de su coherencia y consistencia; con vistas a determinar cuál es la geografía conceptual más clara, simple y comprensiva en el propósito de entender la conexión de la ciencia con la realidad. Así, el material de trabajo de este texto son algunos de los términos recurrentes de la metateoría de la ciencia; y el método empleado es el camino prototípico de la investigación conceptual, el análisis de conceptos, y con ellos, la evaluación de argumentos. 

 

 

Resultados

Luego de aplicar el método enunciado de evaluación de argumentos se obtuvieron dos macro categorías que se agrupan alrededor de los siguientes títulos: a. Construccionismo: ¿Cuál ciencia? ¿Cuál realidad? ¿Cuál verdad? Y, b. Ciencia, realidad y verdad: alternativas realistas a la propuesta construccionista. A continuación las exponemos en detalle.

 


Construccionismo ¿cuál ciencia? ¿Cuál realidad? ¿Cuál verdad ?

Construccionismo o constructivismo3, más que un paradigma unificado, es un conjunto de enfoques o perspectivas que comparten algunas tesis en común, en especial, aquella que afirma que “el mundo mental –  o la realidad experienciada– es construida activamente […] y que el observador juega el papel relevante en cualquier teoría” (Riegler, 2012: 237)4. Los enfoques construccionistas no están agrupados en una disciplina identificable, sino que son un modo de pensar que cubre una variedad de disciplinas y temas interdisciplinarios: redes neuronales, cognición, aprendizaje, sistemas de vida, organizaciones, diseño arquitectónico, sociología, ciencias literarias, comunicación social y terapia de familia Müller (2010). La dureza o debilidad del construccionismo que se adopte depende del grado de compromiso con la idea de que la realidad es construida.

Según uno de sus más activos propulsores, el psicólogo social Kenneth Gergen5, adalid del construccionismo social, este es una meta-teoría del conocimiento, tal y como lo puede ser el empirismo. Según Gergen:

No hay una verdadera explicación de verdad, no hay verdad con ‘V’ mayúscula, tampoco hay una objetividad que se oponga a una subjetividad. Es decir, que la meta-teoría funciona como un tipo de sombrilla bajo la cual todas las explicaciones del mundo se pueden colocar” (Yang & Gergen, 2012: 127).

Por su parte, el mayor representante de la rama del construccionismo denominada “radical”, Ernst von Glasersfeld (1995a), critica el presupuesto realista que podemos determinar el contenido de verdad de nuestro conocimiento comparándolo con la realidad, ya que necesitaríamos hacernos a un lado o dejar por fuera todo nuestro conocimiento, a modo del observador neutral. La radicalidad del constructivismo respaldado por Glasersfeld (1984) consiste en que “rompe con la convención y desarrolla una teoría del conocimiento en la cual el conocimiento no refleja una realidad ontológica ‘objetiva’, sino exclusivamente un ordenamiento y organización de un mundo constituido por nuestra experiencia” (p. 24).

Pese a las distintas vertientes construccionistas, pueden destacarse cuatro variedades de construccionismo. En primer lugar, está el construccionismo cognitivo, según el cual, en su versión más modesta, sostiene que las representaciones mentales son construidas. Esta versión modesta es compartida por los construccionistas, aunque no tendría mayor rechazo por parte de los no-construccionistas. En segundo lugar, el construccionismo semántico, que sostiene que los significados de los términos y los enunciados no están en la naturaleza o en la sociedad, sino que son construidos (abstraídos por construcción) a partir de las experiencias individuales; en consecuencia, no habría similitud en los significados pues cada individuo se hace su propia abstracción. En tercer lugar,  está la versión más defendida de construccionismo: el epistémico; según esta versión, todo conocimiento, incluso el científico, es construido por agentes cognoscentes. En palabras de von Glasersfeld (1995a): “el conocimiento nunca puede ser considerado verdadero en el sentido convencional (esto es, correspondencia con una realidad independiente del observador), puesto que es hecho por un sujeto cognoscente que no tiene acceso a tal realidad” (p. 94). Finalmente, el construccionismo ontológico, la versión más radical de construccionismo, plantea que no solo nuestras representaciones del mundo son construidas, sino que también lo es lo que conforma el mundo, su mobiliario6.

Como la intención del presente trabajo no consiste en exponer un estado del arte de las tesis construccionistas7, ni refutarlas una por una8, ni identificar sus contribuciones a las distintas ramas de las ciencias sociales9; y, como pudo notarse en las breves referencias del párrafo anterior, existen unos elementos recurrentes en las posturas construccionistas, este apartado se ceñirá a las ideas relevantes que comparten los construccionistas en torno a los conceptos de “ciencia”, “realidad” y “verdad”, mayores puntos de discusión con las propuestas que los confrontan, en especial, con el realismo. Obviamente, esta exposición tendrá que ser extremadamente lacónica, en razón del espacio y propósitos del presente artículo.

El primer flanco de ataque de los construccionistas fue la imagen de la ciencia. Se había planteado, siguiendo a Kitcher, que hubo un tiempo en el que la ciencia se volvió una leyenda. Kitcher (1993) resume esta idea del siguiente modo: “Había una vez, en aquellos ya lejanos días, aunque no tan lejanos como para no recordarlos, una imagen de ciencia que lograba el asentimiento tanto de los académicos como del pueblo en general. La llamaré: “la Leyenda” (p. 3). Entre las características de la ciencia enunciadas por Kitcher se destacan las siguientes: estaba guiada por metas nobles; tenía como fin descubrir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad acerca del mundo; tenía éxito con respecto a sus metas; cada generación contribuía a aumentar el conocimiento verdadero a partir de la aplicación del método científico. También se había dicho en la introducción que esta imagen de ciencia parece entrar en bancarrota en las décadas del sesenta y setenta del siglo anterior, con trabajos de filósofos de la ciencia, por ejemplo, Kuhn y Feyerabend. En efecto, el construccionismo alcanza su cédula de ciudadanía a partir de la debacle de la imagen de ciencia, siendo los trabajos de estos filósofos estímulo importante para sus reflexiones10.

Frente al aparente fracaso de la Leyenda, distintos pensadores comenzaron a preguntarse si las teorías científicas dan descripciones objetivas y verdaderas de la realidad, o si no son más que construcciones arbitrarias, simples mitologías que en nada se diferenciarían de, por ejemplo, las teogonías griegas, la magia medieval o el chamanismo latinoamericano. A este respecto basta citar las consideraciones del construccionista Geof Bowker, quien en conversación con el filósofo realista Howard Sankey sostiene:

A la ciencia no se le puede dar ningún lugar especial: es una práctica discursiva como cualquier otra. Todo el trabajo científico tiene dimensiones políticas, sociales y retóricas. Esto no invalida el trabajo de los científicos; más aún, los científicos siempre han sido capaces de construir herramientas útiles. Creo que esto relativiza el discurso que los científicos producen: su discurso es reflejo de la economía política (ampliamente construida) de su sociedad. Puesto que el nombre de la ciencia es invocado regular y efectivamente para demostrar que el orden social es un orden natural, esta relativización es una tarea política urgente (Bowker & Sankey, 1993: 233).

Según esto, para los construccionistas la ciencia está en pie de igualdad cognitiva con cualquier otro producto humano, sea literario, religioso, mitológico; no habría, entonces, ningún criterio para diferenciar entre lo que cuenta como ciencia y lo que no. Este postulado se respalda en la inaccesibilidad de la realidad: el mundo escapa a nuestras pretensiones de conocimiento; por consiguiente, cualquier narración que se alce como conocimiento es per se tolerable, en tanto no hay un tribunal definitivo de apelación11. De igual modo, la ciencia pierde su carácter de neutralidad que le acompañaba en la época de la Leyenda; ahora la ciencia no es más que una empresa expuesta al vaivén de los intereses políticos, económicos y sociales. La pregunta no es qué dice la ciencia, sino a quién beneficia lo que dice la ciencia. La respuesta, como ya es común oírla en distintos discursos contemporáneos, está ligada a grupos de poder, hegemonías o centrismos (euro-centrismos, anglo-centrismos, andro-centrismos y cuantos –centrismos pueda agregar la imaginación). Finalmente, la ciencia debe perder su carácter predominante en la sociedad contemporánea (carácter que los construccionistas ligan rápidamente con los mayores brotes de violencia acaecidos en el siglo XX y lo que va del XXI), dando espacio a otros discursos, toda vez que no hay nada en la ciencia que la haga especial a los demás modos de conocimiento.

Como puede inferirse, la realidad también entra en bancarrota para los construccionistas, así como su derivado: la objetividad12. Si se une el postulado según el cual la realidad experienciada es construida activamente, junto con el postulado de la inaccesibilidad a la realidad, se tiene que el construccionismo apela a una especie de Idealismo, según el cual la realidad depende de las experiencias internas del observador o, lo que es lo mismo, no hay una realidad extra-mental; en consecuencia, la realidad varía de observador a observador, siendo imposible establecer una única realidad, menos aún una realidad real para todos. Valga señalar que este tipo de postulados conduce a un solipsismo que, a su vez, comporta la ruptura de la comunicación, planteando únicamente la posibilidad de los lenguajes privados. En su versión más fuerte, el construccionismo va en contravía del propio realismo del sentido común (especialmente de la percepción directa), dudando no solo de la existencia de átomos, quarks, iones y demás, sino también dudando de objetos de tamaño medio, por ejemplo: mesas, montañas, autos13.

Finalmente, con respecto a la verdad, ya se había mencionado que, para Gergen, no hay una verdad con mayúscula. Los construccionistas identifican la verdad con mayúscula con la llamada verdad “por correspondencia”. Según este tipo de verdad, una proposición es verdadera o falsa en su relación de adecuación o inadecuación con los hechos del mundo. Por tanto, la teoría de la verdad como correspondencia establece que el valor de verdad de los enunciados se da en la relación de las proposiciones con los hechos del mundo, Posada (2007). Los enunciados verdaderos de la concepción de la verdad por correspondencia son tomados en la concepción construccionista como estructuras conceptualmente viables. Es en este sentido que Glasersfeld (1995a) sostiene que: “el conocimiento nunca puede considerarse como verdadero en el sentido convencional (es decir, que se corresponda con una realidad independiente del observador) porque es hecho por un cognoscente que no tiene acceso a tal realidad” (p. 94).

Para resumir las ideas de este apartado, decimos que el construccionismo es un paradigma alternativo, una especie de visión de mundo que involucra asuntos tanto ontológicos como epistemológicos. Con relación a los  primeros, se afirma que no es posible acceder a una realidad; a lo sumo, la realidad es aquello que nos representamos como real; por tanto, hay tantas realidades como experiencias subjetivas (subjetivismo, relativismo). Con relación a los segundos, los construccionistas defienden cierto escepticismo, toda vez que no hay criterios que permitan establecer qué cuenta como conocimiento. Este escepticismo puede manifestarse de modo solapado en el planteamiento de la equidad epistémica, entendida esta como la plausibilidad de todas las explicaciones, no importando el respaldo en la evidencia que las soporte. Así, los distintos puntos de vista que emerjan de las ciencias sociales, ya sea que se expongan en artículos de investigación o en el discurrir oral de las clases, deben tener el mismo valor, independientemente de su nivel de argumentación. En el siguiente apartado se revisarán algunas respuestas realistas que denuncian ciertas dificultades en la lectura construccionista.

 

Ciencia, realidad y verdad: alternativas realistas a la propuesta construccionista

Este apartado pretende exponer tres posturas realistas que contrarrestan o permiten matizar algunas de las exageraciones construccionistas. Se elige el realismo como marco de discusión toda vez que ha sido el programa que con mayor consistencia y de manera directa ha refutado los planteamientos construccionistas14. Las posturas están representadas por los filósofos John Searle, Ian Hacking y Paul Boghossian. Ellos conforman una línea de pensamiento que comparte presupuestos básicos y, a partir de estos, se van refinando los análisis del problema.

El filósofo John Searle, en su ya clásico texto La construcción de la realidad social (1996), trata de responder a varias de las cuestiones con las que debe lidiar la investigación social, en especial, la posibilidad de juicios objetivos acerca de los hechos sociales15. Como se vio en el apartado anterior, los construccionistas niegan la posibilidad de juicios objetivos no solo de los hechos sociales, sino también de los mismos hechos de la naturaleza o “hechos brutos” (recuérdese el construccionismo radical). En este sentido, las ciencias naturales y, sobre todo, las ciencias sociales, deberían acostumbrarse a vivir en incertidumbre, relativismo o subjetivismo, es decir, deberían claudicar en su búsqueda de la objetividad. La preocupación de Searle es, precisamente, defender que es posible la objetividad en las ciencias sociales (él no pone en duda la objetividad de las ciencias naturales), quizás las más susceptibles a las tendencias construccionistas; para ello, se dedica a establecer en detalle varias diferencias que son pasadas por alto en los debates construccionistas, en especial, las diferencias entre epistemología y ontología. Tales diferencias las establece mediante los siguientes conceptos: hechos brutos, hechos institucionales, reglas constitutivas, función de estatus e intencionalidad colectiva16.

Searle comienza planteando la diferencia entre los objetos de estudio de las ciencias naturales y de las sociales. Los primeros, llamados hechos brutos, no dependen del acuerdo humano (por ejemplo, la Luna o el Nevado del Ruiz), mientras que los segundos, los hechos institucionales, sí dependen (por ejemplo, el matrimonio o el dinero).A partir de esta distinción Searle concluye que:

Hay una realidad socialmente construida, la cual aquí estamos considerando como el objeto de estudio de las ciencias sociales. Pero de igual forma existe una realidad que es totalmente ajena a las decisiones o creencias humanas, una realidad completamente objetiva y que es la base de la realidad socialmente construida (Posada, 2006: 13).

En consecuencia, hay una diferencia ontológica entre los objetos de estudio de ambas ciencias pues mientras en las naturales hay rasgos intrínsecos al mundo, es decir, son ontológicamente objetivos, en las sociales hay rasgos del mundo que son relativos a las personas en tanto que observadores, o sea, son ontológicamente subjetivos. De acuerdo con esto, pareciera que Searle conserva cierta relación con un ala del construccionismo, toda vez que postula que si bien no hay construccionismo en ciencias naturales, este sería lo peculiar de las ciencias sociales; sin embargo, aún falta por considerar los asuntos epistemológicos que están en juego. Considerados estos, es posible denunciar las confusiones categoriales que encierra el construccionismo.

La distinción ontológica ha arrojado que los hechos institucionales son construidos socialmente: ¿se sigue, entonces, que al ser construidos son necesariamente subjetivos y relativos como lo plantea el construccionismo? En otras palabras: ¿es necesario despedirnos de la objetividad de los juicios acerca de los hechos institucionales? Posada (2006), siguiendo a Searle, habla de “errores categoriales” cuando se trata de inferir de un asunto ontológico afirmaciones correspondientes a la epistemología:

Lo epistemológico obedece a los juicios, pues recordemos que la epistemología tiene como objeto de estudio nuestros modos de conocimiento, y estos son básicamente referidos a través de los juicios. Así que desde lo epistemológico habrá juicios que son subjetivos y juicios que son objetivos, si se quiere, que son epistémicamente objetivos y juicios que son epistémicamente subjetivos (p. 15).

Puede inferirse, entonces, una distinción entre juicios: por un lado, aquellos a los que puede aplicarse un valor de verdad, esto es, decir si son falsos o verdaderos independientemente de las actitudes, deseos o motivaciones subjetivas (por ejemplo: “El Once Caldas fue el segundo equipo colombiano en ganar la Copa Libertadores”); por otro lado, los juicios epistémicamente subjetivos, por ejemplo, que “El Once Caldas es el mejor equipo de fútbol de Colombia”, dependen de las actitudes, deseos o motivaciones de quien los enuncia.

A partir de estas consideraciones, el trabajo de Searle permite denunciar el “error categorial” que subyace a la propuesta construccionista: considerar lo ontológicamente subjetivo de los hechos sociales como algo epistémicamente subjetivo. Este error categorial consiste en inferir de la certeza de que los hechos sociales son ontológicamente subjetivos, es decir, dependen de los sujetos, el carácter epistémicamente subjetivo. En consecuencia, en contra del construccionismo, es posible referirnos objetivamente a los hechos sociales.

El filósofo Ian Hacking, en su libro: ¿La construcción social de qué? (1999)17, aunque menciona pocas veces a Searle (en realidad tres veces con pleno sentido), parte de las tesis del filósofo norteamericano, resaltando que los argumentos de Searle son exitosos a la hora de confrontar el construccionismo universal sobre todo al establecer la distinción entre ítems que son “ontológicamente subjetivos pero ontológicamente objetivos” (p. 22). Sin embargo, la contribución que pretende hacer Hacking se dirige hacia otro asunto. Más que la preocupación por el relativismo y lo que de este brota, Hacking sugiere que primero se debe dilucidar cuál es el objetivo de los análisis de la construcción social: “no preguntar por el significado, sino preguntar cuál es el objetivo” (Hacking, 1999: 5). Luego de la consideración de un amplio número de trabajos en los que aparece el título “Construcción social de X” (donde X es cualquier cosa que escriba el investigador), él encuentra algunos postulados básicos que asume todo construccionista social:

1. No era necesario que X existiera o no es necesario en absoluto que sea como es. X, o X tal como es en el momento actual, no está determinado por la naturaleza de las cosas, no es inevitable (Hacking, 1999: 6).

Muy a menudo los construccionistas van más allá e insisten en que:

  1. X es bastante malo tal como es.
  2. Nos iría mucho mejor si X fuera eliminado, o al menos radicalmente transformado (Hacking, 1999: 6).

 

Posteriormente, Hacking encuentra una precondición a los anteriores postulados:

0. En la actual situación, X se da por supuesto; X parece ser inevitable.

En este sentido, un análisis construccionista, por ejemplo, sobre el género, seguiría estos postulados: 1. Convencer a los grupos a los que se dirigen sus estudios, de que los atributos y las relaciones de género son altamente contingentes; 2. además, son terribles; finalmente, 3. concluyen que “las mujeres, en particular, y los seres humanos, en general, estarían mucho mejor si los atributos y relaciones de género actuales fueran abolidos o transformados radicalmente (Hacking, 1999: 7). En este ejemplo, la precondición 0 indicaría que los atributos y las relaciones de género parecen inevitables; sin embargo, el autor o autora sobre el tema dirá que no: que el concepto y la matriz de reglas, prácticas e instituciones en las cuales se dan tales fenómenos son para nada inevitables. Tal y como se había mencionado antes, existen varios tipos de construccionismo, dependiendo del compromiso que se asuma con cada uno de los postulados 1 a 3. Según la tipología de Hacking, los construccionistas pueden ser: histórico (compromiso con 0 y 1); irónico (compromiso con 0, 1 y 2); reformista, desenmascarador, rebelde, revolucionario (compromisos 0, 1, 2, 3, 4) (Hacking, 1999: 19-21).

Luego de su análisis, Hacking encuentra que existen, al igual que lo hallado por Searle, errores categoriales. En primer lugar,  se dedica a mostrar que hay un número de objetos que están en el mundo, entre los que destaca: “personas (niños), estados (infancia), condiciones (salud, autismo infantil), prácticas (abuso infantil…), acciones (atrapar una pelota, violar); conductas (generosidad, fidelidad); clases (clase media […]” (Hacking, 1999: 21). Cada uno de ellos es un objeto, aunque ya se sabe con Searle que son objetos ontológicamente subjetivos. Si se recurre a la distinción de Searle, no puede sostenerse con el construccionista que la violación de un niño o el autismo infantil son construcciones sociales, sino que son hechos (ontológicamente subjetivos) dignos de una evaluación objetiva (epistemológicamente objetiva). En segundo lugar, Hacking es sensible a la discusión que se da en torno a las ideas en el contexto del construccionismo. Se había dicho que el construccionismo termina en un idealismo-solipsismo que solo apela a los lenguajes privados; según Hacking (1999), las ideas (concepciones, conceptos, creencias, actitudes hacia las teorías) “no son necesariamente privadas […] Las ideas son discutidas, aceptadas, compartidas, establecidas, trabajadas, clarificadas, refutadas” (p. 22). Pueden determinarse como “sugerentes, profundas, estúpidas, útiles, claras o distintas” (ibíd.). De este modo, las ideas no están disponibles solo a quien las piensa a partir de sus experiencias del mundo, sino que pueden agruparse o clasificarse; por ende, “sus extensiones –clases, conjuntos y grupos (el grupo de mujeres refugiadas se encuentra reunido ahora con el Ministro de Inmigración) – son colecciones en el mundo y, de esta manera, cuentan como ‘objetos’” (ibíd.). Finalmente, Hacking recurre a las denominadas ‘palabras ascensor’ (hechos, verdad, realidad y conocimiento)18, tan caras y presentes en los discursos construccionistas. Frente a ellas Hacking sostiene que su dificultad radica en que tienden a ser definidas “circularmente” (p. 23) y “han sufrido cambios sustanciales de sentido y valor” (ibíd.). En consecuencia, muchos de los términos que usan los construccionistas como estables y transparentes, terminan en discusiones bizantinas, toda vez que su sentido y valor ha variado.

Lo promisorio del estudio de Hacking consiste en que ha identificado unos postulados que subyacen al trabajo de los construccionistas, una tipología de construccionista, de acuerdo con el compromiso que asuma con estos postulados y, finalmente, un programa para clarificar las discusiones a partir de la consideración precisa de los objetos, las ideas y las palabras ascensor; es decir, señala unos posibles focos de precisión a la hora de evaluar las propuestas construccionistas, en aras de entender qué es lo que se discute.

Quisiéramos terminar este apartado mencionando el trabajo del epistemólogo Paul Boghossian, quien en su libro: El miedo al conocimiento (2006), refina los análisis de Hacking, lo que permite tener una visión más completa de la respuesta realista a este asunto.

Un lector desprevenido de Boghossian podría concluir que respalda tout  court las tesis de Hacking contra la construcción social; en efecto, Boghossian sostiene que (como lo había sostenido Hacking de Searle), la respuesta de Hacking es exitosa; sin embargo, señala dos precisiones que requiere, toda vez que, debido a su simplismo, podría ser susceptible de réplica no solo del construccionismo, sino también de otras explicaciones sobre la realidad o la verdad. En primer lugar, Boghossian (2006) plantea que “no es cierto que si algo es un hecho natural debamos simplemente aceptarlo” (p. 19). Para respaldar este ajuste de lo planteado por Searle y Hacking (aunque Boghossian solamente se refiere a Hacking) da los siguientes ejemplos:

La Polio es una enfermedad puramente natural, pero podría ser erradicada y casi que se erradica por completo. El curso del río Colorado es el resultado de fuerzas puramente naturales, pero fue posible transformarlo a través de la construcción de una represa (ibíd.)

En segundo lugar, Boghossian recurre a lo que Searle llamaría un hecho institucional: el dinero, el cual si no lo hubiéramos construido, no existiría. Ahora bien:

Esto sugiere que, si lo deseamos, podríamos hacer que el dinero deje de ser en el futuro (aunque eso sería obviamente muy difícil). Pero no podemos deshacerlo en el pasado. Dado que es cierto ahora que hay dinero, nada de lo que elijamos hacer en el futuro puede hacer como si nunca hubiera habido dinero (Boghossian, 2006: 19).

De acuerdo con esto, Boghossian precisa la propuesta de Searle y la de Hacking, trayendo a discusión nuevos elementos que la harían más contundente a la hora de responder los retos de los construccionistas.

 

Discusión

La consideración de los trabajos de Searle, Hacking y Boghossian ha permitido encontrar respuestas realistas a los seductores retos del construccionismo. De acuerdo con estos autores, el programa construccionista encierra ciertas confusiones y errores categoriales susceptibles de denuncia y necesitados de clarificación. A nuestro modo de ver, las nociones de ciencia, realidad y verdad, pese a ser términos difíciles de definir en las discusiones entre construccionistas y realistas, pueden mantenerse alejadas del relativismo, el escepticismo y el subjetivismo, toda vez que aún es posible salvaguardar la objetividad (lo epistémicamente objetivo), no solo en la realidad natural (lo ontológicamente objetivo), sino, además, en la realidad social (lo ontológicamente subjetivo). El análisis de Hacking, en relación con los postulados y la tipología de construccionistas, así como su consideración de los objetos, las ideas y las ‘palabras ascensor’, aseguran que el terreno de discusión está desbrozado, y que las discusiones deberán tomar otro tipo de rutas, alejadas de las peculiares dicotomías; una perspectiva abierta es el trabajo sugerido por Boghossian.

Se tiene, entonces, que en la controversia entre el construccionismo y el realismo, las tesis de los realistas fueron las más sólidas; pudo verse el compromiso del construccionismo con cierto tipo de intuiciones con respecto a la verdad, la objetividad y la realidad, tales como la dificultad de que existan investigaciones libres de prejuicios, esto es plenamente objetivas, o que la relación con la verdad, cuando se trata de investigaciones en las ciencias sociales, sea la de un acople llano entre la proposición y los hechos. No obstante, el realismo sigue estando del lado de nuestro más básico y natural sentido común, aquel que nos define como especie y como animales sociales. Existe un mundo común, del cual se derivan muchas formas de conocimiento. Este mundo, o lo real, existe con independencia de la mente humana, pero de él pueden derivarse distintas formas de realidad y conocimiento social. Así, desde la distinción entre ontología -lo real, lo que existe- y epistemología- nuestras formas de conocer- se mostró como los realistas demuelen buena parte de las afirmaciones del construccionismo.

Si se amplía el rango de discusión más allá de las fuentes encontradas, fijándonos especialmente en las cuestiones propias de la enseñanza de las ciencias sociales, puede verse que los ataques a la verdad, la realidad y la objetividad, si bien pueden tornarse como formas loables de apertura académica, pueden justificar un relajamiento en la rigurosidad investigativa y en las correctas prácticas de enseñanza de las ciencias sociales. El relativismo y el subjetivismo no deben ser supuestos pedagógicos y de investigación, pues es la elección de los mejores argumentos y de las tesis que estén apoyadas por la mayor evidencia el genuino compromiso científico. Es inconsistente con esta idea de ciencia, las creencias del construccionismo de que no existe ni la verdad, ni lo real, ni la objetividad. De ahí que sean las tesis contrarias, las del realismo, las mejores candidatas al espíritu de la investigación y enseñanza rigurosa de las ciencias sociales.  

Por último, los resultados de la investigación permiten discutir que si bien las confrontaciones entre construccionistas y realistas se han librado hace ya mucho tiempo en los terrenos de las ciencias naturales19, recientemente han comenzado a hacer su aparición en las ciencias sociales. Es relevante el debate surgido en la esfera de la hermenéutica, disciplina y método tradicionalmente ligado a posturas relativistas, acerca de la necesidad de adoptar el realismo. En efecto, el reconocido hermeneuta Maurizzio Ferraris (2012a y 2012b), aunque sin apelar expresamente a Searle20, diagnostica que lo que hace que los construccionistas argumenten del modo como lo hacen, responde a lo que él denomina: “Falacia Trascendental”, consistente en “la confusión entre ontología y epistemología” (2012a: 68), la cual tiene su origen en Kant21. El debate apenas comienza y, pese a las contundentes razones que se hallan en la literatura sobre el tema, de las cuales este artículo trató de mostrar las más coherentes, aún está mucho en juego y parece que nadie está dispuesto a claudicar. En las antípodas de Ferraris se halla, por ejemplo, el también famoso hermeneuta Gianni Vattimo (2012), para quien el desempolvar los discursos sobre el realismo no tiene sino el mérito de un llamado al orden: “un tipo de apelación a los técnicos para que huyan de la confusión de los debates democráticos y se recluyan en su tediosa paz” (p. 87).

Se hace, pues, urgente estar atentos a lo que está en juego, denunciar las falacias que los discursos encierran y la retórica que los envuelve. En tanto ciencias más difusas, las sociales tendrán que vigilar constantemente sus paradigmas de modo que no sucumban en los mares del irracionalismo.

 

Conclusión

La investigación realizada tenía como fin poner en discusión dos tendencias epistemológicas vistas como opuestas por la tradición del pensamiento: el construccionismo y el realismo. Mediante la aplicación de un método propio de la investigación teórica, se pusieron, bajo la criba del análisis, múltiples documentos que defendían una u otra posición. Los resultados hallados en este trabajo se agruparon en dos macro categorías que dieron cuenta tanto de las tesis que respaldan los construccionistas, como las tesis que se les oponen, todas tomadas del flanco realista. Finalmente, se discutieron estos resultados, tanto en el orden argumentativo, como en el orden de sus posibilidades en el campo de la enseñanza de las ciencias sociales, sugiriendo que se adopte un compromiso más firme con la perspectiva realista, en vez de una postura construccionista. En consecuencia, la investigación permitió poner en cuestión una de las teorías preferidas en los contextos educativos universitarios, teoría no exenta de dificultades en el orden de lo epistemológico, lo ontológico y lo pedagógico mismo.

 

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